Adorado, perseguido y luego vuelto a adorar, el autor de "La importancia de llamarse Ernesto" se hace notar en infinidad de recorridos, espacios y monumentos que le rinden homenaje.
Tres vasos con restos de vino del Rin y una carta a su nombre fue lo que Lord Alfred Douglas, Bosie, encontró el 6 de abril de 1895 en la habitación 53 -hoy 118- del Hotel Cadogan de Londres. Pocos minutos antes la policía había arrestado en ese lugar a Oscar Wilde, su amante.
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Ese día, dos de los más cercanos amigos de Wilde, Robbie Ross y Reggie Turner, intentaron vanamente persuadirlo de que huyera a Francia. Wilde simplemente se fue al Cadogan y se instaló allí, indeciso. A eso de las cinco de la tarde un periodista del Star, Thomas Marlowe, fue al hotel y le dijo que acababa de mandar un mensaje al diario anunciando que se había librado una orden de arresto en su contra.
Wilde se quedó blanco pero no se movió. Permaneció con sus amigos bebiendo vino del Rin con soda hasta que los detectives llegaron una hora más tarde, según cuenta Trevor Fischer en su libro Oscar y Bosie. Una pasión fatal. Desde el hotel lo llevaron hasta la estación Bow Street y de allí a la prisión Holloway.
El Hotel Cadogan fue construido en 1887 y está situado en una de las zonas más refinadas de Londres. De 28 metros cuadrados, la habitación 118 tiene techo azul y paredes color chocolate, cortinas de raso y el respaldar de la cama es de terciopelo. Como hace esquina, tiene tres espléndidas ventanas que dan directamente sobre las calles Sloane y Cadogan Gardens.
Claro que está renovada, pero se mantienen el estilo y los colores que tenía por aquella época, según me dijo amablemente la joven que desde la conserjería me acompañó, para mi asombro, a conocer esa habitación. Era mi día de suerte. Nadie la ocupaba. Pues lo cierto es que cualquiera que esté dispuesto a pagar más de 200 libras puede dormir allí, como no lo hizo Oscar Wilde aquella fatídica noche del 6 de abril de 1895.
De metido nomás, abrí el placard. Quedé paralizado. Un viejo saco fumoir, de esos de seda matelaseada con cordones en las solapas y los puños, colgaba del barral. No era el de Wilde, sino alegórico a los que él usaba.
Pensé que si yo hubiera estado allí hace 115 años habría tratado de raptarlo para sacarlo de Inglaterra y evitarle el trágico final. Especulación fácil para quien ya sabe el final. Además, su tragedia aceita esa wildemanía que el escritor irlandés despierta en el mundo entero. Ni siquiera habría estado yo espiando dentro de esa habitación si las cosas hubiesen sido de otro modo.
Cavilaciones al margen, lo real es que la ciudad en la que el escritor desplegó su genio nos regala todavía hoy decenas de espacios que fueron escenarios en los que Wilde reinó desde que se instaló en ella en 1879.
Secretos de familia
Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde se casó con Constance Mary Lloyd el 29 de mayo de 1884. Eligieron la Iglesia St. James, ubicada en Westbourne Terrace y Sussex Gardens, Paddington. Vaya a visitar esta iglesia y aproveche la oportunidad de pasear por uno de los barrios más bonitos de Londres.
El flamante matrimonio pasó su luna de miel en París y al regresar se instaló en el 16 de Tite Street (hoy numerada como 34), en el espléndido barrio del Chelsea. Wilde, un obsesionado por la belleza y la estética, utilizó en decorar la casa gran parte de las 5000 libras esterlinas que aportó Constance como dote. Allí vivió desde 1884 hasta 1895, y allí nacieron sus dos hijos, Cyril en 1885 y Vyvyan en 1886.
La casa, de frente de ladrillo, es igual al resto de sus vecinas de cuadra, como es típico que ocurra en Inglaterra. De tres plantas, cada una de ellas aloja hoy a distintos inquilinos. Un círculo azul, de los que marcan sitios históricos, reza: "Oscar Wilde 1854/1900. Ingenioso y dramaturgo, vivió aquí".
En el teatro Royal Haymarket, Wilde estrenó en 1893 su primera comedia: Una mujer sin importancia a la que casi inmediatamente siguió Un marido ideal. El teatro está en el corazón de Londres, muy cerca de la estación de Piccadilly Circus del subte. El Salón Oscar Wilde es un lujito que se dan algunos. Puede alquilarse para que les den allí un recibimiento preferencial a usted y a sus invitados desde 30 minutos antes de la función. Le convidarán champagne y un acomodador los llevará a sus plateas apenas un instante antes de que comience el espectáculo.
El Café Royal, ubicado en el 68 de Regent Street, Piccadilly Circus, fue tal vez el lugar favorito de nuestro personaje Se dice que tanto lo mimaban que cuando se le escuchó decir que detestaba los papeles pintados de las paredes, inmediatamente ordenaron pintarlas de blanco.
El 14 de febrero de 1995, un acto de reparación histórica ocurrió en la Abadía de Westminster. Desde ese día, en lo que se conoce como el rincón de los poetas, uno de los vitreaux recuerda el nombre de Wilde. El templo se había resistido más de cien años a poner allí su nombre por su condición de homosexual. Cuando enfrente ese sector, levante la vista y mire hacia la izquierda. Ni a Charles Dickens ni a Rudyar Kipling parecen importarles tan indecente compañía.
Uno de los últimos homenajes fue el monumento que hizo la escultora Maggi Hambling. Si usted sale de la estación Charing Cross rumbo a Leicester Square se lo topará. Está sobre la calle Adelaide a metros de Trafalgar Square. Se llama Una conversación con Oscar Wilde y representa la cabeza y los hombros del dramaturgo irlandés tallado en bronce, levantándose de lo que parece ser un ataúd de granito. Un cigarrillo de bronce desaparece de tanto en tanto, atesorado seguramente por algún fanático de Wilde. Usted podrá sentarse en ese monumento, en el que se lee la famosa cita wildeana: "estamos todos en la cloaca, sólo que alguno de nosotros estamos mirando las estrellas".
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Por Nino Ramella
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