martes, 2 de agosto de 2011

París, entre tumbas célebres y cafés literarios

Esta nota fue publicada en la revista del diario La Nación, el pasado sábado 30 de abril.

París es la meca del viajero literario. Los más grandes autores vivieron, o al menos pasaron parte de su vida, en la Ciudad Luz. Ofrece, a grandes rasgos, dos posibles recorridos vinculados a las letras. Por un lado están los más románticos, que pasean al atardecer a orillas del Sena y se sientan a tomar un café en la misma mesa en que lo hizo tal o cual de sus escritores favoritos.

Por el otro, están los que visitan los cementerios de Père-Lachaise y Montparnasse, que albergan las tumbas de decenas de escritores, intelectuales, artistas y filósofos célebres.



El primero es donde más cantidad de personalidades descansan. Pero el segundo le gana en la pasión y el romanticismo con los que se lo recorre. Allí está la tumba de Charles Baudelaire, que suele verse cubierta de flores secas, poemas, papelitos y extraños objetos que dejan los fieles del autor maldito. Visitar este sitio rodeado de gatos negros es un rito obligado de los fanáticos del poema Las Flores del Mal, que tanto escandalizó a la sociedad de su época.

En Montparnasse se encuentran, también, los restos de Simone de Beauvoir y Sartre, Samuel Beckett, Julio Cortázar y Marguerite Duras, entre otros intelectuales y escritores famosos.

Père-Lachaise es para algunos una especie de parque temático del turismo funerario. Se pueden hacer visitas guiadas, adquirir planos o descargar visitas virtuales en Internet que indican los emplazamientos de las tumbas célebres. Allí están casi todos: Abelardo, el tristemente castrado a causa de su amor por Eloísa, Balzac, Daudet, Miguel Angel Asturias, Alfred de Musset, Wilde, Proust y el cantante Jim Morrison, que, por sus letras, para muchos amerita el estatus de poeta. Su lápida es una de las más visitadas del mundo y son peculiares los espectáculos que perpetúan sobre ella los seguidores del grupo de rock que lideraba, The Doors.

Otras estaciones ineludibles en la ruta parisiense son la Biblioteca Nacional, que alberga 13 millones de libros, y la librería Shakespeare and Company, famosa porque en ella se tomó una célebre fotografía Hemingway. Su dueña, la norteamericana Silvia Beach, publicó la obra maestra Ulises, de su amigo James Joyce.

Al atardecer, el alto obligado es donde se reunía la crème de la crême de los escritores y filósofos, a orillas del Sena, con sus célebres cafés Les Deux Magots y De Flore. Al primero lo frecuentaban Hemingway, André Breton y Albert Camus.

Entre las mesas del Café de Flore a menudo se podía encontrar a Lawrence Durrel o Truman Capote. Si uno quiere llevarse el recuerdo de una verdadera experiencia literaria, se sugiere sentarse en el comedor de la planta superior de este lugar, donde pasaban largas horas conversando Sartre y de Beauvoir. Allí, actualmente, muchos se sientan con sus laptops a escribir en sus blogs, buscando que la musa inspiradora de todas aquellas grandes figuras los toque con su magia.





Tal vez, algún viajero literario, por qué no, termine convirtiéndose, finalmente, en un gran autor.

En internet

Père-Lachaise
Via Michelin

El origen está en Proust

Los investigadores remontan los orígenes del turismo literario a la obra En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, en la que el francés recorre los lugares que transitó en su infancia. Los seis volúmenes de esta obra se transformaron infaltables de las bibliotecas, aunque pocos realmente los hayan terminado de leer. De cualquier manera, sus admiradores inauguraron una nueva forma de viaje y la Normandía se convirtió en una de los destinos por excelencia de los amantes de los libros.

Otros, en cambio, señalan el inicio del turismo literario a mediados del siglo XVII, con los denominados Grand Tours: visitas a los puntos culturales más importantes de Europa que realizaban los jóvenes británicos de clase alta, como una etapa educativa y de esparcimiento previa a la adultez. La tradición resistió el paso del tiempo y hoy algunos estudiantes, una vez que se reciben, siguen siendo enviados por sus padres a recorrer el antiguo continente con fines educativos

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